Así comienza… Memorias del niño Toni, de Antonio Chicharro Papiri



Prólogo

«Oh, niño Toni, háblanos de lo que fue, de lo que ha sido»

Raúl Herrero

(Fragmento)


La génesis de estas memorias se remonta a 2017, año del advenimiento, por medio de Libros del Innombrable, de Radical libre, antología poética, 1944-1960, volumen con buena parte de la poesía de Eduardo Chicharro Briones, Chebé, en edición de Jaume Pont. En las presentaciones, en Barcelona y Zaragoza, Antonio Chicharro Papiri, hijo del autor, participó con su buen humor acostumbrado y desgranó multitud de remembranzas, de razonamientos y anécdotas, que embelesaron a los asistentes. Lo mismo aconteció durante la puesta de largo del tomo Poéticas del Caos (Libros del Innombrable, 2019), de Jaime D. Parra, que incluye un capítulo dedicado a Chebé. Antonio Chicharro, el niño Toni, durante su intervención desplegó un fortín de recuerdos en torno a la España del Postismo y a su familia. Observé, mientras atendía a su discurso, que el rostro se le mudaba a lo Buda, que su rictus traslucía un entusiasmo irrefrenable, una sonrisa plena. Fue entonces cuando me trasporté al primer siglo de nuestra era y a la Atenas de Platón. ¿Cómo debió sentirse un cristiano del siglo I al compartir mesa con uno de los apóstoles? ¿Cómo vibraría un preceptor de filosofía si un artilugio que viajara en el tiempo lo injertara en la Atenas clásica en presencia de los socráticos? Para mí, que he hecho del Postismo casi un culto, y añado el «casi» para parecer más moderado de lo que en realidad soy, la estampa inmanente y eminente del hijo de Eduardo y Nanda me dejaba al borde del abismo de lo inenarrable. Escuchaba querubines, veía balancines.

Sumido en la salmodia de Antonio Chicharro me trasladé hasta la casa de Vázquez de Mella, donde su familia habitó en esos años, volé hasta la Virgen del pasillo y, por metempsicosis, desde los ojos de la talla atisbé los sucesos que describía la voz del niño Toni. En uno de esos éxtasis, si mal no recuerdo, propuse al conferenciante que asentara por escrito ese material, ya que esa memoria de primera mano desaparecería tras su ocultación física y los que habíamos tenido el privilegio de escucharla la esbozaríamos de segunda mano, manoseada de prestado, quizá hasta deteriorada; incluso la maledicencia podría situarnos bajo la lechuza de la sospecha de si sería o no cierto lo que atribuíamos a la boca de la criatura postista. El lector comprobará, por el peso del libro que sostiene en las manos, que Antonio Chicharro, por fortuna, decidió emprender camino y plasmar sus recuerdos, lo que, supongo, no siempre fue una grata labor. Recordar es volver a vivir, por tanto, volver a sufrir. Para mí este volumen es el evangelio de Eduardo Chicharro y de Nanda Papiri contado por uno de sus más próximos videntes y, a estas alturas, quizá el único superviviente, junto con su hermana, la niña Lilla (Ana María), de la eclosión del movimiento postista.

Antonio Eduardo Chicharro Papiri, que también responde al nombre del niño Toni, artífice de estas memorias, nieto de Eduardo Chicharro y Agüera, artista célebre, pintor de cámara de Alfonso XIII; a la sazón resultado de Fernanda Leonessa Papiri Raponi (Nanda Papiri, Ostia, Italia, 1911-Ávila, España, 1999) y de Eduardo Chicharro Briones (Madrid, 1905-1964), que se añadía un «hijo» para diferenciarse de su padre, (hubo quien agregó un «botijo») o Chebé (fruto de la contracción de de las iniciales de sus apellidos); ella, de aire romano, musa y pintora de lo que se llamó Postismo; él, fundador de dicha estética, escritor y artista; las circunstancias mencionadas convierten al autor de este libro, de facto, en un «retoño del Postismo». Por supuesto, no hace falta saber nada o casi nada sobre esta actividad estético-literaria para disfrutar del presente tomo, el autor guía y ofrece suficiente información en su discurso para que lo siga el lector, pero estimo que el goce se acrecienta si se dominan más datos, nombres y detalles.

En un rutinario manual de literatura el leyente encontrará que el Postismo es un movimiento marginal de vanguardia originado en 1945 por las manos de Eduardo Chicharro, Silvano Sernesi y Carlos Edmundo de Ory; a los que un año más tarde, aproximadamente, se unieron Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo y Félix Casanova de Ayala, nombres que resonarán en varias ocasiones a lo largo de este texto. Una vez en este punto me propongo conducir una breve (que impide la exhaustividad, pero no la limpieza) historia del Postismo, poniendo especial esmero en lo que afecta a Eduardo Chicharro Briones, figura que recorre la columna vertebral de las memorias de su hijo. En esta alta ocasión principiaré con lances de fechas recientes y empujaré el discurso en dirección al pasado. […]


Memorias del niño Toni.

Prólogo

Antonio Chicharro Papiri


Los cuatro años que no recuerdo, posiblemente fueron los más felices. En 1940 nace en Roma un niño que en principio no es bien recibido por su padre, que adora a la hermanita de ese niño, la «niña Lilla». Dos zorros conviven con la familia en el piso de la via della Croce, donde se dedican a destrozar la ropa que cae al suelo de los armarios. El «niño Toni», en su inconsciencia cree sentirse arrullado por las melodías que surgen del violín de un personaje imaginario, Fornari, del que sus padres no saben nada.

Por el pasillo, el niño arrastra los pantalones de su padre y en su media lengua avanza diciendo: «I tataoni di papa». Papá es Eduardo Chicharro Briones. Mamá, Fernanda Leonessa Papiri Raponi. La niña Lilla, Ana María Chicharro Papiri y yo mismo, Antonio Eduardo Chicharro Papiri.

En 1944, un documento que descubro hace pocos años revisando las carpetas de la época en que mi abuelo, el nonno, dirigió la Academia de España en Roma, anuncia que «el camarada Eduardo Chicharro es expulsado de la Falange y se le incoa un expediente para que él y su familia sean asimismo expulsados de Italia».

Se produce, pues, un cambio integral en la vida de esta feliz familia, que pasa a residir en un Madrid inhóspito, en la casa donde vive la familia Chicharro.

Es a partir de tal circunstancia cuando el «niño Toni» toma conciencia de lo que atañe a su exterior y es ahí donde comienzo estas memorias, que asumen su papel psicoanalítico a la vez que histórico y sociológico.

Cuando comencé a escribirlas solo me planteaba expresar mi relación con el Postismo, cuya creación nació en un caótico ambiente «habitacional», dado que los «cuatro de Roma» convivíamos en la misma habitación.

El porqué de este planteamiento surge del empeño de algunos «tardopostistas» que me trasladan el interés que puede tener describir ese nacimiento entre cuatro paredes. Nacimiento de una criatura que tuvo su cara en el intento revolucionario de quienes la emprendieron y su cruz en las dosis de amargura que les procuraron las decisiones de un mundo corporativo hostil a cualquier intento de subvertir el orden establecido, esta vez, en el mundo cultural.

Sin embargo, a medida que voy recuperando la memoria y me voy ciñendo a los hechos contemporáneos al nacimiento del Postismo, me asaltan otros recuerdos tal vez tangenciales, pero muy expresivos de la época en que se produjo este movimiento que, según algunos expertos, tuvo y tiene más repercusión de lo que este esforzado escritor podía presumir.

Con ello quiero decir que el lector de estas memorias debe esperar algo más que los hechos que recuerdo del nacimiento del Postismo, que concluyen formalmente con la muerte de mi padre en 1964, si bien siguen presentes en mi memoria de forma indeleble.

Los cuatro años de felicidad que invoco al principio de este prólogo, tuvieron una prolongación entrecortada a raíz de nuestra llegada a España, donde se produjo un choque cultural entre las ideas de mi padre (Chebé) y la realidad del entorno.

Pese a todo, reconozco que, fundamentalmente, por la devoción que hasta el final tuve por su extraordinaria figura, doy por buenas las desgraciadas consecuencias que su muerte tuvo en el devenir de nuestras vidas.

En resumen, así recuerdo las cosas y así las expreso. La finalidad era dar a conocer aspectos íntimos de esa etapa de mi vida y creo haberlo hecho a conciencia, aunque a juicio del lector quizá me he excedido en un excesivo protagonismo, si bien los hechos personales que relato a partir del fatídico año de 1964, muestran que el Postismo y la figura de su creador permanecen intactos en la memoria de este aprendiz de escritor.

Antonio Eduardo Chicharro Papiri



Memorias del niño Toni, de Antonio Chicharro Papiri. Libros del Innombrable, Zaragoza:2022. ISBN:978-84-17231-39-2. Prólogo de Raúl Herrero. Con abundante documentación e imágenes del archivo del autor.


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Puede escuchar una entrevista a Antonio Chicharro Papiri en el siguiente enlace:
https://www.cartv.es/aragonradio/podcast/emision/antonio-chicharro-memorias-del-nino-toni

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