Así comienza… Pétalos de confinamiento, de Fernando Arrabal



Prólogo
(Fragmento)
de Pollux Hernúñez

La terrible pandemia que asuela el planeta desde finales de 2019 no ha dejado indiferente a nadie con dos dedos de frente. Los sentidores de profesión (creadores, escritores, artistas) se han sumado a ese palpitar del corazón del planeta para transmitir sus atenazados latidos. ¿Cómo habría dejado de estar entre sus voces la de un hombre que se ha hallado en todas las batallas contra la sinrazón, la tiranía, el autoritarismo, la injusticia, es decir el mal, en los últimos setenta y cinco años, o sea prácticamente desde que tiene uso de razón? Sí: el inmenso poeta Arrabal, encerrado durante meses en su casa parisina, rodeado de miles de objetos de su historia personal y de la de tantos que la han compartido con él, se ha sentido estrujado por las circunstancias y, además de miles de textos oportunos y vibrantes publicados inmediatamente en las redes sociales, ha destilado algunos otros escritos.
Este volumen recoge su drama Pétalos de confinamiento —ya estrenado en Paraguay—, en el que retrata a una mujer, Sélavy, de esas poderosas y viscerales que tan bien construye Arrabal en los intrincados laberintos de su teatro, sobre todo cuando son madres, como hizo con exquisito tiento y ternura cuando plasmó a la suya propia en Carta de amor.
Para el lector a quien el nombre de Sélavy no dice nada conviene tal vez glosarlo, no solo por sus implicaciones dramáticas en la obra que se dispone a leer, sino porque representa al mismo tiempo un homenaje del autor a uno de sus creadores más admirados, el gran precursor del arte conceptual Marcel Duchamp.



Pétalos de confinamiento


Sélavy
crítica de Jean-Pierre Villan
Obviamente me refugio bajo la cama, de hecho —digamos más simplemente—, me encierro un poco más, invocando la indulgente absolución, para hablar un poco antes que ellos, y de Beckett, y de Breton, y de Ionesco, y de Thieri Foulc, sobre el texto.
No solo es un texto de una actualidad candente y de una repercusión terrible, sino que además es el contrapunto de un contexto desalentador, por ser a la vez aterrador e imperativo, en una palabra, administrativo… (volviendo a Kafka): un soberbio homenaje a las palabras, al lenguaje, a los juegos giratorios que permiten el disfrute absoluto de cualquier acto de traducir —el acto de libertad por excelencia, en el fondo—, y hasta esta última palabra, que aunque sea la última, siempre debe ser para cada uno de nosotros la primera: Poesía.
Cuando todavía se tiene el sabor de la ceniza en la boca, ¿no es porque todavía tienes fuego en el alma? Obviamente, lo tienes. Eso nos sienta bien. Cuando caiga el telón, ¿qué recordaremos? Ante un virus sin atributos, pero sobre todo ante comisarios de todo tipo que tienen incluso menos cualidades que el propio virus, es Sélavy, la autista, quien habrá podido resistir más que nadie los mandamientos. Administradores de estatutos y títulos, donde constantemente se trama y se prepara el asesinato del lenguaje. En la sumisión impuesta, calculada (lo cual no le impide ser variable, incluso aleatoria), a la obediencia de un silencio que es siempre tanto más pesado cuanto que está permanentemente «enmascarado», ¿quién, al final de la obra, habrá podido resistir al absurdo? Sélavy.
¿Y por qué? Porque le encanta el lenguaje. A ella, la autista, le encantan las palabras; habla de todo, de nada, para sí misma, para el pasado, para el futuro; grita su rebelión, lo mismo que le habla a su ratón o a los espectadores. No considera prohibida ni una sola palabra, y eso es lo que logra conservar hasta el final. Y por eso, ¡termina ganando!
Sélavy no se ve obstaculizada por el peso de sus zapatos, porque mejor que los zapatos, sabe que es ante todo la palabra la que nos hace viajar, si sabemos esforzarnos por darle vida. Por eso para ella el guaraní no es un extranjero, y el traductor es siempre un aliado. Es una autista, por supuesto, pero que ama plenamente el lenguaje y las palabras. Ahora bien, esto es precisamente lo que sobre todo el virus ha intentado matar en nosotros, a menos que seamos nosotros mismos quienes, bajo la apariencia del virus, lo hemos dejado morir en nosotros. ¿Soy un buen traductor? No lo sé, pero, después de todo, ¿no es lo que caracteriza a los buenos traductores el estar permanentemente insatisfechos? Así que: gracias de nuevo por este texto escrito constantemente hasta los límites de la vida y la muerte, de uno mismo y de los demás, del poder y la libertad, del hombre y el animal, de la fe en las palabras frente al deseado abandono de la Palabra, una palabra en el lugar donde finalmente se juega nuestra libertad. 
(Traducción de P. I.)



Esta obra debería durar 88 minutos (one-woman-show) para ¿diez espectadores? ¿O menos?
Creo que es la menos mala de las muchas obras de teatro de mi vida.
Escrita en el n.° 22 de la calle Jouffroy d’Abbans (distrito XVII de París) entre el 17 de abril de 2020 a las 12 del mediodía y el 10 de mayo por la noche (principio y fin del confinamiento «oficial» debido a la pandemia de coronavirus en París).



El decorado, la interpretación de Sélavy (por una sola actriz —una «chiquita de la calzada», una Gaspardproust femenina—) y la dirección requieren un enorme talento… pero nada más.
Obscuridad completa. Ruidos indeterminados. Luces indeterminadas.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.—¿Cómo ha cambiado su relación con el espacio en el que habitualmente escribe?
Voz de Sélavy.—En nada; sigo teniendo veneno en la sangre. 
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.—¿En qué ha variado su existencia desde el comienzo del confinamiento?
Voz de Sélavy.—En nada: sigo teniendo en lo más oscuro de mi garganta un sabor a ceniza.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— La gente vive este momento con incertidumbre y confusión. ¿Qué ha aprendido de este estado?
Voz de Sélavy.—Nada: de todo fuego sigo haciendo mi leña.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— ¿Qué deberíamos aprender?
Voz de Sélavy.—No sé. ¿Nada? Quizás la vida sea un naufragio, aunque a veces se pueda sentar en nuestras rodillas a la hermosura.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— Su obra, como se dice, posee ¿una provocadora riqueza dramática?
Voz de Sélavy.—Nunca. Odio la provocación tan imprevisible… cuando bajamos a los subterráneos del alma.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— ¿Sus esquemas… de qué manera nutren su imaginario?
Voz de Sélavy.—Nunca nutrieron nada. La imaginación solo es el arte de servirse de la memoria… como almas errantes.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— ¿Cómo colma su tiempo poético?
Voz de Sélavy.—Con nada o con ganas de correr habitada por el deseo de cambiarme totalmente.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— Se dice de usted que es la heredera de Kafka. ¿Qué opina al respecto?
Voz de Sélavy.—Nada: El universo no tiene edad… ni el tiempo realidad…
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— En estos momentos, a pesar de la distancia social, la gente se siente muy unida, ¿cree que cambiará a partir de ahora nuestra manera de relacionarnos?
Voz de Sélavy.—No conviene entorpecer nuestros pensamientos con el peso de nuestros zapatos.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— ¿Qué música escucha estos días?
Voz de Sélavy.—Como siempre: la sonata de Vinteuil.
Voz del delegado de la asamblea de vecinos.— ¿Qué será lo primero que haga una vez superada esta pandemia?
Voz de Sélavy—Lo mismo que la víspera: mis días serán ligeros ¿sin remordimientos? 
***
Comienza la obra.
Voz del Encargado.—Pero ¿qué hace usted a estas horas de la noche en pleno confinamiento, en la calle desierta?
Sélavy.—Estoy… soñando.
Voz del Encargado.—Soñando ¿despierta? 
Sélavy.—Miraba este semáforo. ¿O era otro parecido en mi sueño? Observé que llevaba un pañuelo, un foulard, en torno a su cuello. Me acerqué. Había una puerta. Dentro de ella había una señora guaraní. Con un balón. Con un letrero…
Voz del Encargado.—Deje de soñar… ¡coño!
***
Sélavy muestra un tarro transparente con pastillas de varios colores. 
Sélavy.—Un día les anuncié por sms que, en pleno confinamiento, estaba harta de las pastillas verdes de «éxtasis líquido» que me servían con tanta paciencia por Uber. No me gustaba el color verde. 
Mientras habla intenta coger con la boca la pastilla que lanza a lo alto. Falla una y otra vez.
Como no me gustaba el verde de las pastillas, sin pestañear, movedizos, pero no versátiles, trajeron esta vez por Amazon unas estupendas grageas de color rojo. Las tengo de todos los colores en cajas destempladas y a cual más elegante y eficiente. No estoy ni mucho menos loca. Les ha dado la manía de decir que soy autista y hay quien habla de confusión mental. Como si la confusión… La muerte: nunca fue tan discreta como ahora, uno se muere solo con el confinamiento y se le entierra solo.
Con tono lírico.
Pero la verdad es que tan solo los responsables se quejan del ruido ensordecedor que reina en mi retiro de paz. Todos: energúmenos, incapaces de ponerse tapones de algodón en los oídos. Y en cuanto a los gerentes, son un hatajo de incompetentes con los ceros a la izquierda. Menudo lugar de nulidades al rape. Más que nunca. Lo más elegante y chic ahora para ellos es disimular la muerte. ¡Las muertes durante la famosa pandemia! Gracias a sus estupendísimos viceservicios desaparecen las familias que quisieran besar a sus fallecidos: ¡Retrógrados cavernícolas de padres a hijos! Lo más moderno: incinerar. Se entierra, sin invitar a nadie a 2 metros y 49 cm de distancia.

Pétalos de confinamiento, de Fernando Arrabal. Biblioteca Fernando Arrabal /Biblioteca Golpe de dados. ISBN: 978-84-17231-34-7. Prólogo y edición de Pollux Hernúñez.


Emmanuel Demarcy-Mota,  Director del Festival d’Automne, del Teatro de la Ville y del Espace Cardintras la triunfal Journée avec France Culture, Formidable Arrabal, previene la posibilidad de que Juliette fuera realizada con su  amparo y   la colaboración de la nieta de Arrabal de quince años,   premio de viola  en el conservatorio Camille Saint Saëns de París. 

Si desea saber más sobre Pétalos de confinamiento:

https://www.librosdelinnombrable.com/producto/petalos-de-confinamiento/


Si desea saber  más sobre Fernando Arrabal:

https://www.librosdelinnombrable.com/autores/fernando-arrabal/

 



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