Poemas con un verano dentro publicados en Libros del Innombrable

 

Detalle de lienzo de Antonio Fernández Molina, sin fecha




Día de verano
Jóhann Hjálmarsson

Sobre el corazón de asfalto de la calle
los tiestos con sus cactus orgullosos
la risa del barrendero desdentado
los golfillos del sótano
un negro y una muchacha blanca
cayeron lágrimas silenciosas
El tejado febril de la casa
era como una tortuga sobre el hombre
que era como una arena de la playa
que el mar arrastrará.


Día de verano islandés
Jóhann Hjálmarsson

Los montes navegan hacia nosotros
en la calina del día de julio,
se deslizan sonámbulos
por el cielo y el mar.
Todo es irreal
y no obstante cercano,
navega a nuestro encuentro,
ajeno a todo lo que no es su sueño.

De Búsqueda, de Jóhann Hjálmarsson (Libros del Innombrable, 2001). Traducción y prólogo de José Antonio Fernández Romero. ISBN: 84-95399-22-9.
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Espejo
Antonio Fernández Molina

Sopla al oído la dulce palabra
su parcela de sueño y la musa secreta
recorre el caballete. El mozo labra
a golpe de pedal en bicicleta.

Se juega al ajedrez en la herrería.
Dos sombras en la acera unen su mano,
se abre la puerta de una librería.
Cae la nieve en el centro del verano.

Cae la nieve en el centro del verano.
Se abre la puerta de una librería.
Dos sombras en la acera unen su mano.
Se juega al ajedrez en la herrería.

A golpe de pedal en bicicleta
recorre el caballete. El mozo labra
su parcela de sueño y la musa secreta
sopla al oído la dulce palabra.

De Poesías Completas II, (1973-1990) de Antonio Fernández Molina. (Libros del Innombrable, 1999). Incluido en el poemario: Humo de pensamientos y sueños. ISBN: 84-95399-01-6.
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Tristeza estival
Maria Wine

En verano camina la muerte a mi lado:
nunca es mi pena tan grande como
cuando el verano está en plena floración
ni tan negra mi melancolía
como cuando el verano ofrece toda su belleza:
una glotonería hasta la muerte
Nunca siento la ausencia de dios tan dolorosamente
como ante la contemplación de las mariposas
condenadas a morir
que aletean en zigzag buscando una pista de aterrizaje
para su muerte
y nunca siento la presencia de dios tan amenazadora
como cuando estalla el trueno
y los relámpagos iluminan el cielo
con sus signos de fuego
Nunca me siento tan sola
como cuando se encuentra en su apogeo
la jubilosa comunión estival de los otros
y nunca tan superflua
como ante la contemplación de la superabundancia
del verano
Me parece que está tan lejos
todo lo que yo amo...
Nunca es más débil mi deseo de vivir
que en verano:
tengo que esforzarme
para no darle mi mano a la muerte
No sé
cuántos veranos me quedan:
a todos ellos los temo
y espero al otoño
como a mi salvador.

De La incierta nave del quizá, de Maria Wine. (Libros del Innombrable, 2001). Traducción Francisco J. Uriz. ISBN: 84-95399-32-6.
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Poema
Claes Andersson

Eran los veranos lo que recordábamos, siempre los veranos
Allí nos quedábamos olvidándonos de nosotros, se hizo como una fijación
En las tardes de otoño hojeábamos todos los álbumes
en los que los niños pegaban un estirón de año a año, como girasoles
para finalmente al florecer salir de nuestras imágenes
Las voces de nuestros veranos, nuestras voces veraniegas
que verdecían a través
de los largos días de verano, las comidas en el jardín:
¿te acuerdas? Sí, claro
En la terraza planeábamos los veranos venideros, lo que
íbamos a cambiar y a pintar...
El verano nos mantenía vivos todo el otoño, el invierno y la primavera
Nos mantenía vivos cuando andábamos hundidos en el
barro y en la nieve sucia
Cuando íbamos al trabajo en total oscuridad, cuando regresábamos en tinieblas
lucía el verano como una lámpara en nuestra cartera
Era en verano cuando nos encontrábamos y nos
enamorábamos, verano
cuando hacíamos el amor en la hierba, ¡claro que era verano!
Hacíamos los niños en las cálidas noches del verano, todos
nuestros pálidos hijos de marzo
Si algo andaba mal, si algo se torcía nos consolábamos
con el verano que pronto iba a llegar
Algunos veranos llovía y hacía frío
Entonces nos quedábamos en la cocina de nuestra casita
de verano, helados, leyendo y tomando té
Solo decíamos: un verano excepcionalmente lluvioso
El verano tiene tal fuerza
Es un milagro
Si nos inclinásemos por lo religioso no tendríamos
otros dioses.

De Afinidades afectivas (Antología de poesía nórdica). (Libros del Innombrable, 2002). Edición y traducción de Francisco J. Uriz. ISBN: 84-95399-39-3.
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Salmo dominical ante el verano
José María Valverde

Esa mañana dije «verde», «cielo», y me sentí ahogado de realidad; me detuve
a decidir si el agua merecería el nombre de «blanco» o el de «gris-plata»,
y medité cuidadosamente sobre el lago, al fondo de un anillo de bosque en su monte,
con un poco de nube en el crepúsculo, y los minúsculos nadadores;
y al estipular las palabras justas, como si girara una llave, se me vino encima
la inundación de las llanuras con rectas de labor, rebaños de montañas con meticulosa población de árboles,
muchos veranos de mundo a punto, olorosos kilómetros, vientos de mar a mar, caminos de planeta.
Esta mañana dije «vino», «piedras», y salí entre los niños de comunión, recién cortado el pelo,
y me senté en la plaza a discernir los adjetivos exactos a las calidades de las cosas,
aplicando esforzadamente el oído a las risas y al asmático dialecto del hombretón
con su ligero jersey pálido y sus arrugados pantalones de elefante, viendo pasar mañana,
y al irlo a nombrar todo, sentí que me invadían campos de humanidad,
mares de tumulto y lenguaje, horizontes de familias festivas, ríos de obreros en bicicleta.
Esa mañana no dije Tu nombre, en cambio; te callé adorándote distraído,
no medité tu sabiduría, ni me expliqué la justificación de la belleza,
pero sentí confusamente que la sangre caminando se entredormía
en un difuso consuelo, en un propicio y último suelo, algo como una mano.

De Antología de poesía mística española (Libros del Innombrable, 2006). Edición y selección de Antonio Fernández Molina. ISBN: 84-95399-76-8
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Exaltación caníbal y mostrenca de la espalda desnuda de Harriet Andersson en «Un verano con Mónica» de Ingmar Bergman
Raúl Herrero

El amor no volverá a ser el mismo.
Después de la naturaleza muerta,
tras los muelles y los olvidos,
una vez rotos los cuadernos de colores
la percepción no será la misma.
La pureza no regresará
como el agua misma no se respira dos veces.
La cordura no torna sobre sí misma
por mucho que la mente se esfuerce.
El recuerdo sirve de lastre,
la melancolía duerme los impulsos
y aniquila con parsimonia la pasión
y todas las sorpresas ya desveladas para siempre.
Aún así queda tu cuerpo herido
—desnudo—
bajo un cielo que jamás volverá sobre tu carne
como entonces lo hacía la brisa.
De todos modos,
la luz gris
se repetirá sobre la carne blanca
donde el ojo devora las imágenes.
Cuando los aromas se han extinguido,
la delicadeza de la turgencia sobre las rocas
desaparece por la levedad de la nostalgia;
entonces
se proyecta tu sombra imperecedera
cubierta por lagos de piel,
por lagos púrpuras de claroscuros,
y bajo tu sonrisa,
alargada como los ecos del Dios lejano,
recupero las evocaciones perdidas,
los olores que jamás quise recobrar.
Aunque el amor no volverá, ni será lo que fue,
ni la pasión dominará el aliento emitido,
en tu cuerpo se recupera la mejor parte de la dicha.

De Los trenes salvajes, de Raúl Herrero. (Libros del Innombrable, 1ª edición, 2009; 2ª edición, 2011). ISBN: 978-84-92759-23-1
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El verano
Friedrich Hölderlin

Los días transcurren con susurros de suaves vientos
pero, cuando las nubes enturbian el esplendor de los campos,
el final del valle se confunde con el crepúsculo de las montañas,
allí donde las olas del río bajan en confuso tropel.

Las sombras de los bosques se presentan alargadas,
y por ellas fluye, a su vez, un lejano riachuelo,
entonces, la lejanía se presenta igual que en un cuadro
como si el hombre se encontrara consigo mismo.

De El sueño imposible (antología poética), de Friedrich Hölderlin. (Libros del Innombrable, 2010). Traducción de Mariano Berdusán Cabellos. ISBN: 978-84-92759-16-3
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Árbol solo en la llanura
Alicia Silvestre

Está el árbol solo en la llanura.
La noche es luminosa como un rayo.
Mi corazón bate a ritmo de aurora,
toda mi infancia corre a lomos de
un caballo blanco desbocado.

Veo máscaras venecianas y el verano
en ciudades diversas, veo sólo
aquella felicidad ligera
del que nada tiene y nada pierde.

Se me devuelve aquella libertad.
Más madurez y todo el cielo abierto,
mis alas impacientes por partir.
Hay quien las besa y las bendice,
hay en el mundo una boca única
que pronuncia las palabras exactas.

Ojalá fuera esa garantía
suficiente para amar.
Ojalá.
Recorro el páramo, su silueta tardía.
De la montaña madre y compañera
arrodillada beso la tierra como
quien besa un cielo o bebe entre nenúfares.

Hay restos de ataduras desgarradas
en el lecho del río.
El polvo de la huida aún se sorprende
suspendido en el aire.

Enciendo un fuego y trago mi tequila
con un deseo amargo como fiero.
Las serpientes sisean en lo oscuro,
alguna rama cruje al arder roja.
Contemplo el fuego y mando a sus infiernos
todo el dolor de una vida breve.
Conjuro a mis apoyos y reemprendo
la marcha a la sangre del horizonte.
Se abre paso ya, como una herida
el nuevo amanecer.

(de Mani pulite, piedi sporchi)

De Poesía Pasión (Diez jóvenes poetas españoles). (Libros del Innombrable, 2004). Edición de E. Moga. ISBN: 84-95399-56-3
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Poema
Marie Uguay


Fue un tiempo de espera en la sal fría de un verano
El silencio era esos bancos de arena ya deshechos
o multiplicados por la luz y el viento
Un día cenizas
convocadas por la historia y por los muertos
Un día lechos solares bajo el sopor de mediodía
poderosas corolas
confidentes de soledad
Un día rosas de los senos y rodillas
carne silenciosa bajo las caricias de la bruma marina
Un día blancos más blancos que el anillo de Saturno
por la arrebatadora pureza del mar
por las noches de relámpagos y lunas
por las gaviotas
blancos por la perfecta representación del silencio
blancos entre los signos de plantas de las dunas

De Diez poetas canadienses (Quebec). (Libros del Innombrable, 2008). Edición y traducción de Francisco Torres Monreal. ISBN: 978-84-95399-92-2
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Sueño pánico de una noche de verano
Fernando Arrabal

16 de agosto de 1988

Mientras nos duchábamos el Rey de España y yo con aceite me sentía dueño de mi albedrío y señor absoluto de mis actos y disparates. El Rey me dijo que estaba harto de posar para los sellos de correos. Luego hicimos un combate de lucha grecorromana como apertura de la obra que estaba escribiendo. De pronto oímos la voz altanera de un militar. Para escondernos, a pesar de tener los cuerpos tan pringosos, nos metimos debajo del guardainfante de la Reina de Inglaterra. Pero el alférez de Regulares que dirigía el Teatro Nacional me descubrió. Me obligó a figurar en un drama del general Moscardó. Como no sabía el texto, el público gritaba: «Otro asalto». Me ataron a un poste para fusilarme como a mi padre. Llamé al Rey para que me socorriera. Pero con su traje de cosmonauta iba por los aires en un cohete y estaba muy enfadado. Le llevaban a Marte, donde tenía que posar para un sello. El alférez pintó seis impactos de sangre sobre mi pecho y las seis balas llegaban lenta pero inexorablemente hacia ellos.

Se publicaron en el diario
Cambio 16 todos los días durante el mes agosto del año 1988 (con excepción de los domingos).

De Sueños Pánicos de unas noches de verano, de Fernando Arrabal. (Libros del Innombrable, 2011). ISBN: 978-84-92759-33-0.
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184
Mariano Esquillor

El hambre, a veces, se enoja con «Dios». No estamos para metafísicas. Se quedó viuda la belleza. Algunos matrimonios, entre fantasmas, se alimentan de aire y en sus gargantas queda una casa deshabitada. En invierno el aire de las playas es el frío que le sobra a la miseria del Verano. Infinitos los santos calumniados por su pudor corrompido. Los dramas no guardan turno para sobrevivir. Cuando cojas el teléfono resérvame una mesa, perenne, con la humanidad que bendice a los perseguidos. No saquéis ni enterréis a la vida. Sin paz no se puede vivir.

De Caricaturas de un diario, de Mariano Esquillor. (Libros del Innombrable, 2011). ISBN: 978-84-92759-47-7
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Mañana de verano
Solveig von Schoultz

Todas las mañanas la radio lanza al viento acontecimientos
que son demasiado grandes, nosotros nos perdemos
como moscas en una habitación oscura, y nos sentimos
inútiles como moscas y sabemos que nuestra tristeza
solo es la de la mosca aunque demasiado grande para ella.
La radio grita: ¡Hambre en el mundo!
Nosotros comemos
pan tostado con el café del desayuno,
¿a quién ayudamos si no nos lo comemos?
La cuchara penetra en el blanco yogur
avergonzada, nos sabe a gloria, el pescado
es proteína de lujo, lo sabemos, sí, lo sabemos.
La radio grita: ¡Entrega tu óbolo!
Claro que sí, cogemos el monedero de la compra
y enviamos nuestra contribución por giro postal.
Sin embargo
sabemos lo del peso mosca.
La radio grita:
¡Cien muertos! Estamos en la selva
donde transportan a los heridos en camillas,
no queremos olvidar pero nuestros pies
son acariciados por una hierba fresca sin una mancha de sangre.
La radio grita: ¡Dejen sitio! ¡Dejen sitio!
¡Cada día nacen cientos de miles de personas!
Miramos tímidamente a nuestro alrededor en la playa
que jamás soñó con mil pies,
nadie asusta a la mariposa en la hierba,
nadie vacía el nido del papamoscas.
La radio grita: ¡Seudoacontecimientos!
Es en los países subdesarrollados donde ocurre todo.
Sí, sí, claro, pero mientras escuchamos
nosotros vivimos acontecimientos bien notables:
la gaviota se lanza en picado, cae una hoja amarilla,
la serreta pasa con sus nueve crías.
Aquel de nosotros que vuelve de un país subdesarrollado,
con su carga de información
se encuentra con el otro,
con su aroma de información
de agua, tierra caliente y aire.
El uno detiene al otro, reprobatorio,
y el otro
avergonzado, pero todavía feliz, balbucea:
Sí, lo sé. Pero, ¿Qué quieres que haga?

(Bortom trädet hörs havet -1980)

De 22 poetas finlandeses. (Antología de poesía finlandesa del siglo XX). (Libros del Innombrable, 2014). Edición de Francisco J. Uriz y Juan Capel. Traducción de Francisco J. Uriz. ISBN: 978-84-92759-73-6
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Poema del libro Vía Láctea
Kjell Espmark

¿Acaso no era yo el jardinero de la finca—
una tarea razonable para el bastardo del conde?
Quizá también el artista del pueblo,
una herencia que aquel cabrón no logró impedir.
Lo que sé es que me ayudó a morir
un arce que ardía de octubre—
árbol que pudo transformar dolor en significado.
Los recuerdos huyeron confiados con las hojas:
rostros casuales
que se dejan pisotear a lo largo del sendero.
El follaje sabe bien
que ningún verano es el último.

De ¡Préstame tu voz!, de Kjell Espmark. (Libros del Innombrable, 2020). Traducción de Francisco J. Uriz. ISBN: 978-84-17231-17-0
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Poema sin título
Josep Soler

¿y qué podrías decirle?
las palabras se hielan en tus labios cansados
la boca está reseca y envejecida
siglos de miles de siglos has hablado a todos
los mundos y en todos algún niño te
ha mirado
y su mirada ha helado la tuya
¿qué podrás decirle?
¿qué puedes decir a
unos ojos que siempre están preguntando
esta pregunta que no puedes contestar?
porque, de todas las preguntas,
esta es la única que cierra tus labios
es la que no puedes contestar
y tu sangre, viviente aceite que corre por
todos los mundos y en las estrellas se
diluye y es incesante vida, Tu sangre
está silenciosa y fluye lenta desde esta cruz
que por la eternidad, en agonía por la
eternidad, es tu último trono
desde allí, la grandeza de los mares tranquilos
centelleando por la alegría de los cortejos que
triunfales, en veranos ya casi olvidados,
triunfan sobre las aguas, plenas de delfines azulados y músicos al
sol resplandecientes, ves el inmenso
lago que nunca podrás llenar con tus lágrimas,
desde este trono de agua y sangre
puedes ver las hierbas de los campos las nieves
resplandecientes entre nubes de inacabables amaneceres
¿cómo podrás dormir?: Dios ¿acaso nunca duermes?
¡mira! llora incesante tu dolor que ningún poeta
podrá describir: llora y sigue manando estas
aguas sangrientas que no cesan: un día,
quizá un día un niño dejará de mirarte,
los siglos se habrán consumado, los cielos
se cerrarán sobre Ti y los engullirás en
Tu boca cansada y reseca por la agonía
que en eternas eternidades Te ha comido,
comunión de Ti mismo
quizá entonces si estos ojos ya no te
contemplan y en ellos no ves Tu imagen que
contempla el mundo, quizá entonces
todo estará consumado
con Tus lágrimas cerrarás sus ojos
y él, con su sangre, cerrará los tuyos

De en el árbol del dios doliente, de Josep Soler. (Libros del Innombrable, 2018). Prólogos de Joan Pere Gil Bonfill y poema inédito de Antonio Gamoneda. ISBN: 978-84-17231-04-0.
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Noche de verano en Hvalfjördur
Ingibjörg Haraldsdóttir

Si Dios existiera
quisiera encontrarle
aquí en la playa

verle asomar
cual cabeza de foca
con su sonrisa burlona

convertirse en pájaro
y confundirse
con la montaña

De La cabeza de la mujer, de Ingibjörg Haraldsdóttir (Libros del Innombrable, Zaragoza: 2011). Prólogo de Magnús Sigurdsson. Traducción de Laía Argüelles Folch. ISBN: 978-84-92759-46-0.
Si desea saber más sobre La cabeza de la mujer:

Hola

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