Así comienza… Nada es siempre demasiado tarde, de Magnus William-Olsson




Irae rabidus


Fue un tiempo de rabia: la ira se fue depositando sobre

la ira hasta que se des

bordó como brea saliendo por todos los orificios del cuerpo

de la sociedad. Los injustamente oprimidos. Los

deshumanizados. Los que perdieron su vida por nada

y quedaron como fruta podrida en sus humores,

sin enterrar

Añade que todos los anexos, todos, se tumbaron unos junto

a otros paratácticamente, sin resistencia.

Añade que nadie podía ya imaginarse como parte

de algo entero desconocido

¡Magnus!

¿Se ha perdido el lugar donde enterraste tu único tesoro?

¿En verdad ya no pueden despertar felicidad en ti

las personas que has amado?

¿Qué clase de enfermedad es esa, Magnus, que te ha azotado

como el viento a los robles de la montaña?

La rabia, eso

era. El odio silencioso se había desbordado. Los postergados,

los pisoteados, los injustamente oprimidos. Cuando

tú luego

saliste a la colina una noche novembrina. Luz preauroral.

Todas las flores yacían pisoteadas por el suelo

Tú dejaste que la mano acariciase suavemente el pecho,

el vientre, el sexo, el muslo. ¿Qué ocurre ahora? 

Que la libertad negativa

se presentaba como el único acto de liberación 

Que lo que quedaba

ya no prometía desaparición 

Que la muerte ya no hacía promesas 

¿Eras por eso tú una parte de la rabia?

¿Eras por eso tú una parte de lo que destrozó la rabia?


Nada es siempre demasiado tarde, de Magnus William-Olsson. Traducción de Francisco J. Uriz. Libros del Innombrable. Zaragoza: 2020. ISBN: 978-84-17231-25-5

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