La venganza del fiel Beneyto es su sola evidencia, su existencia y su presencia: porque su arte es evidente, existe y se presenta en cueros, como el milagro.Camilo José Cela
Dentro de la poesía polaca de este siglo ha habido tres etapas muy significativas que la han diferenciado sensiblemente: la catastrofista (a la que pertenece el Premio Nobel de Literatura 1981, Czeslaw Milosz); la generación del 56 (Miron Bialoszewski, Zbigniew Herbert, Wislawa Szymboska…); y el movimiento del 70 (Julián Kornhauser, Adam Zagajewski…); pero hemos pensado, para no perdernos en generaciones que nos conducirían a una larga presentación de esta selección de poemas (y estas líneas quieren y deben ser breves), dividir la muestra en dos grupos: Poetas que nacieron antes de la guerra, y Poetas que nacieron casi, con o después de la guerra, y que ellos, los poemas que tradujo cuidadosamente Krystyna Rodowska, hablen por sí mismo para el lector español.
También dimos a la imprenta la novela de Beneyto Tiempo de Quimera, con ilustraciones suyas y prólogo de Jaime D. Parra. (ISBN: 84-95399-25-3). La viñeta de la portada de Otra mirada, libro de Tesi Rivera, también la firmó Beneyto.(ISBN:84-95399-30-X)
En Beneyto, creador postista. El arte eurítmico llevé a cabo la valoración de un segundo tipo de escritos beneytianos, que caben bajo el epígrafe de poemas en prosa —él prefiere llamarlos «textos», al modo cortaziano—: Los chicos salvajes, Algunos niños, empleos y desempleos de Alcebate, Cartas apócrifas, Textos para leer dentro de un espejo morado, Códols en Nueva York, Un bárbaro en Barcelona y Tiempo de Quimera, a los que cabe añadir Abecedario y algunas reediciones con esos textos. Son los escritos de Beneyto que prefiero, los que se pueden considerar de estética filopostista o surrealista. Filopostista, porque suponen el equivalente escriturario más cercano a sus dibujos y pinturas, es decir, de ese ambiente selenita, del que habla Gimferrer, con figuras sincopadas, elípticas, elaboradas con humor, ironía e imágenes caóticas en el sentido más lautreamontiano del término. Por eso, escribí: «… me atraen los creadores, en cuya obra puso huevos la serpiente roja o morada del sueño… aquellos que inscribieron sus signos en la noche de Sirius… los que galoparon con los cuatro caballos del arte alquímico: negro, rojo, plata, oro… Los que establecieron puentes en un mundo de analogías. Los que escucharon la música oculta que genera los trazos, los labios, la escritura. Los desgarrados silenciosos, aun negándolo». Beneyto era de ellos. Lo vi ya la primera vez que lo vi y no lo conocí, cuando hierático escribía en el café La Ópera, bajo la mirada de Mario Lafont; cuando entraba y salía de los locales de la Ciutat Vella o cuando deambulaba como un personaje fílmico. El Beneyto de Los chicos salvajes, el de Empleos y desempleos de Alcebate—en los años setenta—. El creador de dragoncillos semejantes a los dibujos de la humedad del Gótico. El pariente próximo de Van Gogh, como dijo Cela en el Hotel Colón, frente a la Catedral de Barcelona. El Beneyto de La Esquina (la colección de heterodoxos) y La censura (selección de escritores). Beneyto postista. Se aparta entonces del realismo objetivista que había seguido en algunas de sus novelas y se acerca a un tipo de literatura de raíz más vanguardista, de acuerdo en un primer momento con los Manifiestos del Postismo de Ory-Chicharro, con los textos pánicos de Arrabal, y con el surrealismo a la inglesa —Swift, Blake—, o a la americana —Macedonio, Cortázar—, practicado por A. F. Molina, Cristóbal Serra, pero también del «otro» surrealismo —el de Schwob, el de Michaux—. Beneyto recurre a los principios filopostistas —humor, erotismo, parodia, juego, imagen, musicalidad, metamorfosis, fragmentarismo— y a partir de ahí recrea sus personajes rebeldes, inquietos, pícaros, multiformes, que también enlazan con la tradición hispánica.
El primer día que empezó a andarAún no había cumplido nueve meses de edad cuando el niño ya empezó a andar de un lado al otro de la casa, siempre en busca de estimulantes aventuras que al llegar la noche le permitían dormir plácidamente. Sin embargo, cuenta su madre, hay que empezar a relatar sus travesuras desde el primer día que se soltó a andar: Y lo primero que hizo el niño fue buscar la caja de las herramientas: seleccionar el martillo pequeño (era suficiente para él por su ligereza de peso) y con él entre sus delicadas manecitas se fue derecho y sin titubear al balcón de la casa de estar y se dedicó al excitante juego de romper todos los cristales que encontró a su alcance.Triscar en el w.c.La despensa de la casa, amplia y limpia, siempre estaba bien surtida. Y para el niño era el rincón predilecto donde dejaba transcurrir las hojas jugando con las cebollas y patatas. Mientras, su madre andaba tranquila por la casa realizando los quehaceres cotidianos. El niño, con la edad de meses, pues aún no había llegado el año, jugaba con los tubérculos y bulbos por donde a él le venía en gana. Hasta aquel momento preciso que se encontró con el espacio brillante del retrete. Fue entonces cuando su juego se diferenció y hasta se hizo notable por sus acciones y cualidades. ¡Qué gran sorpresa para él cuando levantó la tapa de la taza y descubrió aquel pozo irregular y blanco que se cerraba en un embudo con un charquito de agua, allí al fondo! ¡Qué alegría y alboroto sintió cuando llenó de cebollas y patatas la taza del retrete! ¡Qué gozada para el niño el haber tenido la sagacidad y astucia de reunir en aquel extraño rincón tantos tubérculos y bulbos sin que su madre lo descubriera! ¡Qué viveza de ingenio hasta que a la criada le llegó la hora de evacuar y se encontró con el panorama! La criada tuvo que salir corriendo a la casa vecina, pues de lo contrario la mezcla en el W.C. hubiera sido un eufemismo gastronómico, o tal vez una evagación.Por docenas los comprabaLa mamá del niño compraba los huevos por docenas. Puntual cada mes llegaba el campesino de un pueblecito no lejano a la ciudad con las cestas de mimbre repletas de huevos frescos. y la mamá del niño ese día lo dedicaba a ordenar con auténtico celo aquellos orondos huevos en la huevera de aluminio enrejado. ¡Qué sabiduría estética! Ella siempre pensando en los clásicos pintores, en los maestros de naturalezas muertas. Pues ellos de vez en cuando visitaban la casa para inspirarse, recoger la atmósfera, las ideas que con sutil naturalidad la mamá del niño dejaba por los espacios para que más tarde, ellos los pintores, desarrollaran en su estudio con tranquilidad.Mientras, el niño ajeno a estas perversiones artísticas dedicaba su tiempo a la labor de ocultar los huevos entre las cenizas del fogón: sin duda, era una de sus numerosas picardías que él cultivaba con verdadera pasión a espaldas de su mamá.Los zapatos italianosEl niño seguía sin cumplir un año. Daba la sensación como que nunca iba a cumplir más de doce meses de vida, pues sus fechorías sucumbían una tras otra, y en cualquier momento él también podría sucumbir.Su madre, les contaba a unos amigos que habían acudido a visitarla: «Figuraos, hace unos días el barrendero de la calle me subió los zapatos italianos que me compré recientemente para la gran fiesta del Casino…». Entre sus amigos hubo como un intercambio de miradas sorpresivas. Nadie entendía nada, hasta que ella continúo con su relato:«…el niño los arrojó por el balcón, aún sin estrenar…».
Hasta otro día, amigo Beneyto.
Raúl Herero ha publicado en su página una semblanza de Antonio Beneyto en el siguiente enlace:
https://www.xn--ralherrero-odb.com/2020/10/viva-beneyto-recuerdo-beneyto-postista.html
Si desea leer el obituario que ha publicado Amador Palacios en ABC:
Para ver la página de Libros del Innombrable donde figura Antonio Beneyto:
https://www.librosdelinnombrable.com/autores/antonio-beneyto/
En el siguiente enlace encontrará el lector el monográfico a Antonio Beneyto de la revista Barcarola para descargar:
http://barcaroladigital.com/numeros/barcarola-78/
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Cuando Airun se adentraba, deliciosamente, 1998. Obra de Antonio Beneyto. |
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