II
Del aspecto y las actitudes del doctor Faustroll
El doctor Faustroll nació en Circasia en 1898 (el siglo xx tenía [-2] años), a la edad de sesenta y tres años.
A esa edad, que conservó durante toda su vida, el doctor Faustroll era un hombre de talla media, o sea, para ser exactamente verídicos, de (8 x 1010 + 109 + 4 x 108 + 5 x 106) diámetros de átomos; de tez áurea amarillenta y rostro lampiño, salvo los mostachos verde mar como los del rey Saleh; su cabello, pelo a pelo, era alternativamente rubio ceniciento y muy negro; ambigüedad cobriza cambiante según la hora solar; los ojos, dos cápsulas de simple tinta de escribir preparada como aguardiente de Danzig, con espermatozoides de oro en suspensión.
Era barbilampiño, salvo los mostachos, gracias a la aplicación razonada de microbios de la calvicie, que saturaban su piel desde las ingles hasta los párpados y le roían los bulbos capilares, sin que debiera temer por la caída de su cabellera ni de sus cejas, ya que estos microbios solo atacan a los pelos jovenzuelos. De las ingles a los pies, en cambio, se hallaba enguantado en una negra pelambre de sátiro, pues era viril hasta más allá de lo decoroso.
Esa mañana tomó su sponge-bath cotidiano, que consistió en la toma de papel pintado por Maurice Denis en dos tonos que representaba trenes reptando a lo largo de espirales; desde tiempo atrás, el doctor había sustituido el agua por un papel pintado de temporada, ya se tratara de este modelo en boga o de aquel elegido a su capricho.
Para que no afectara a la gente su imagen se vistió, por encima del estampado, con una camisa de tela de cuarzo, un pantalón holgado de terciopelo negro mate ajustado a los tobillos; se calzó unos botines minúsculos y grises, cuyo polvo mantenía desde hacía meses, no sin una cuantiosa inversión, en una capa uniforme, solo alterada por los géiseres secos de las hormigas-león; se puso un chaleco de seda áurea amarillenta, del color exacto de su piel, sin más botones que los dispuestos en un traje de baño con dos bolsillos abrochados muy arriba por rubíes, y, por fin, un gran abrigo de zorro azul.
Engastó en su índice derecho varias sortijas de esmeraldas y topacios hasta la uña, la única de las diez que no roía, y contuvo la pila de anillos por medio de un pasador perfeccionado de molibdeno atornillado en el hueso de la falangeta, atravesando la uña.
A modo de corbata se puso al cuello el gran cordón de la Grande-Gidouille, orden concebida por él mismo, y patentada con el fin de eludir una posible deshonra.
Se colgó mediante ese galón a una horca dispuesta al efecto, dudando largo rato entre dos maquillajes sofocantes: «ahorcado blanco» o «ahorcado azul».
Y, tras haber descendido, se cubrió con un casco colonial.
Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, de Alfred Jarry. —Novela neocientífica—. Edición anotada. Prólogos de Guillaume Apollinaire, Teresa Fernández y Antonio Fernández Molina. Epílogo de Fernando Arrabal. (Libros del Innombrable. Zaragoza: 2020. ISBN: 978-84-17231-18-7).
La ‘Patafísica asienta su piedra capital en Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico. El propio Jarry anotó al final del manuscrito: «Este libro no será publicado íntegramente hasta que el autor haya adquirido suficiente experiencia como para saborear las bellezas que contiene». Bajo la apariencia de una aventura marina, sin abandonar la dura tierra, emprendida por el oficial de justicia Panmuphle, el mono papión Bosse-de-Nage y el propio Faustroll, doctor en ‘Patafísica, esta novela nos habla de lo importante y de lo imprescindible, de la eternidad y del arte, de la verdad y de todo lo demás.
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Maravillosa obra del gran Jarry. Gracias por la edición
ResponderEliminarQuisiera, pero no puedo comentar este libro por la ineluctable razón de que no lo he leído. Quisiera leerlo, pero la enfermedad que arrastro desde hace tiempo me impide hacerlo. Me refiero a la enfermedad esa tan extendida, de la que seguramente habrán oído hablar: la falta de dinero. Sería para mí muy oneroso llegar a poseer este libro por el procedimiento ordinario. Mis intentos por robarlo se han visto culminados por emocionantes fracasos; en ningún lugar ocupado por libros, donde accedía subrepticiamente para apropiarme honestamente de él, no podía verse uno con semejante título. Así, espero llegar a una de estas páginas luminosas y multicolor mediante una búsqueda sistemática y pertinaz desde la cual pueda obtener la clave para su posesión virtual y legible. ¿Hay alguien ahí que pueda facilitarme el dato que necesito?
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