Fragmento de… Mitos del cielo estrellado, de Marc García


Detalle de una obra de Ana Contreras, 2019. Pintura acrílica sobre huevo de avestruz. 



La Vía Láctea


La Vía Láctea es un conjunto estelar que contiene nueve décimas partes de los astros visibles en la bóveda celeste. Dice Manilio que «no hay necesidad de buscarlo: espontáneamente se ofrece a los ojos, se muestra a sí mismo y obliga a que se le mire. En efecto, es un círculo blanco que brilla en el cielo azul, como si de improviso fuese a traer el día y a abrir el cielo». Arato escribe sobre ella:


Si alguna vez en una noche serena, cuando la celeste Noche muestra a los hombres todas las refulgentes estrellas, y ninguna de ellas se oscurece a causa del plenilunio, sino que todas lucen claramente a través de las tinieblas; si alguna vez la admiración cautivó tu corazón en ese momento al contemplar el cielo dividido en toda su extensión por un ancho círculo, o si algún otro, próximo a ti, te señaló este anillo resplandeciente, sabe que lo llaman la Leche.


Ese curso estrellado es el último de los catasterismos del que Eratóstenes habla en su obra homónima. Cuenta el autor que los hijos de Zeus «no tenían derecho a participar del honor del cielo» ni a la inmortalidad a no ser que mamasen del pecho de la diosa Hera. Resuelto a que el recién nacido Heracles alcanzase dicho don, Zeus pidió a Hermes que se las ingeniara para que el héroe pudiera beber de la leche de la inmortalidad de su celosa esposa. Un día en que la diosa estaba adormecida, Hermes depositó al niño en su regazo y lo aplicó a su pecho. «Y Heracles mamó del pecho. Pero al darse cuenta Hera, lo apartó bruscamente, y el chorro de leche que siguió fluyendo en abundancia formó la Vía Láctea».

Higino, citando otras fuentes, explica que «cuando Ops [asimilada a Rea] presentó a Saturno [Cronos] una piedra en lugar del niño nacido [Zeus], él ordenó que lo amamantara. Mientras ella oprimía su mama, la leche derramada dio forma al círculo, al que ya nos hemos referido anteriormente».

Manilio cita diversas tradiciones acerca de la génesis de la Vía Láctea: una luz nueva que se proyecta a causa del resquebrajamiento de la bóveda celeste, o por el contrario, una cicatriz o sutura luminosa formada al unir los cielos «sus espacios separados» para conformar el universo. También ha sido vista como un sendero de astros quemados por el tránsito del carro del Sol con sus caballos «durante los tiempos primigenios», o bien por Faetón «volando a través de las constelaciones en el carro de su padre, mientras admiraba desde más cerca el insólito espectáculo del universo». Y añade: 


¿O acaso son las almas heroicas y nombres dignos del cielo que, separados de sus cuerpos y de la tierra, son devueltos desde el mundo y viajan aquí para ocupar su lugar en el cielo, vivir una vida en el éter y disfrutar del universo?


Cornelius reseña que para la tradición hebrea era un río de Luz, en la India era vista como la imagen celeste del río Ganges, y en el antiguo Egipto, como la contraparte o continuación celestial del Nilo. Según la tradición del pueblo peruano de Misminay, próximo al Cuzco, la Vía Láctea es un río que recoge agua del océano en el cual flota la Tierra devolviéndosela en forma de lluvia, y el río Vilcanota es el reflejo terrenal de dicho río celeste. Abundando en estas correspondencias simbólicas, en un acápite titulado Geografía Sagrada de la Introducción a la Ciencia Sagrada de Federico González y colaboradores leemos:


Muchas veces la propia toponimia revela las analogías y correspondencias que existen entre el orden terrestre y el celeste. Tal es el caso, por ejemplo, de la ciudad de Santiago de Compostela, palabra ésta que precisamente quiere decir «campo de estrellas». El trazado mismo del Camino de Santiago se considera como una proyección terrestre de la Vía Láctea, queriéndose indicar así el origen celeste de ese camino. 

Marc García

Mitos del cielo estrellado, de Marc García. Colección Aleteo de Mercurio n.º7. (Libros del Innombrable. Zaragoza: 2020). ISBN: 978-84-17231-19-4

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