Despedimos a Per Olov Enquist





El 25 de abril de 2020 nos dejaba a los 85 años Per Olov Enquist: Novelista, dramaturgo, crítico literario, guionista de cine y periodista especializado en temas culturales y políticos. Una de las figuras más prestigiosas de la literatura nórdica contemporánea.

Per Olov Enquist nació en 1934 en Hjoggböle, un pueblecito del norte de Suecia, muy próximo al círculo polar ártico. Licenciado en Letras por la Universidad de Upsala. Obtuvo su primer éxito con la novela Legionärerna (Los legionarios). Su interés por el deporte lo plasmó en la novela Sekonden (El segundo, 1971). Musikanternas uttåg (La partida de los músicos, 1978,) constituye una de sus novelas cimeras. Otras obras importantes son La biblioteca del capitán Nemo, Lewis resa (El viaje de Lewi) y su autobiografía Otra vida. Debutó como dramaturgo en 1975 con La noche de las tríbadas, representada en todo el mundo. Siguieron Para Fedra y De la vida de las lombrices (ambas publicadas en Libros del Innombrable y traducidas por Francisco J. Uriz). También escribió teatro en colaboración con Anders Ehnmark. Ha escrito guiones para televisión sobre Strindberg y Knut Hamsun, y para el cine (coguionista de la oscarizada Pelle el Conquistador.) Desde 1969 en que obtuvo el premio del Consejo Nórdico recibió más de treinta de los premios literarios suecos más importantes. También su obra ha sido galardonada en Alemania, Inglaterra, Noruega, Francia, Austria, etc. En 2001 los editores franceses concedieron a su obra La visita del médico de cámara el premio a la mejor novela extranjera del año.





En el año 2002 publicamos Para Fedra en la colección Sarastro. (ISBN: 84-95399-26-1). En el volumen se incluyen las Notas de trabajo del autor y que comienzan así:

Escribí Para Fedra en París, en la primavera de 1979, en una pequeña buhardilla cerca de la calle Rivoli y a mano. Es la única vez que he escrito algo a mano en toda mi vida. Había empezado a leer la Phèdre de Racine y me sentía extrañamente presa de una agresividad constante. No lograba poner punto final a este conflicto. Los conflictos normales terminan generalmente de la manera siguiente: uno se calla y se va enfadado. Sin embargo Racine no era alguien a quien se abandonase fácilmente.
La primera versión era parecida a la obra de Racine. La quinta no tenía nada que ver con él. La séptima y última había aprendido algo de él, pero con respeto.
Yo no llegaba a descubrir qué era lo que me sublevaba en esa magnífica obra. Tenía la impresión de haber quedado prisionero de la idea de que él había descrito una tragedia que acababa de tener lugar y que la había llevado a la escena con vigor, pero sin dar realmente una interpretación. Los dos habíamos asistido a un drama policiaco y éramos dos testigos que daban cada uno su versión con gestos de indignación. Por mi parte protestaba con una vehemencia que debía parecer cómica contra su concepción del ser humano, su concepción de la mujer y su manera de encarar las relaciones de causa y efecto. A lo largo de esos meses debí parecer un personaje de farsa casi absurdo y totalmente anacrónico; pero lo que puedo decir en mi defensa es que me había tomado realmente en serio a Racine.
A los clásicos hay que tomárselos en serio o dejarlos en paz.
Uno no puede pelearse con imbéciles. En cambio con un genio como Racine se pueden tener conversaciones largas y encarnizadas que llevan a comprender lo que el otro quería decir sin por ello estar de acuerdo con él.
De este diálogo, bastante tormentoso, nació una pieza que titulé primero El eclipse y luego Para Fedra.
Mientras la escribía fui tomando notas de trabajo para intentar comprender por qué esta tragedia me interpelaba con tal violencia. Releyéndolas, dieciséis años más tarde, me doy cuenta de que falta algo: este diálogo intenso con Racine.
Porque fue la base, el punto de partida. Y, obviamente, hay que saberlo para comprender la pieza y estas notas de trabajo.
Aquí están, pues, tal como las escribí. […].




En el año 2015 apareció De la vida de las lombrices (Un retrato de familia de 1856) en la colección Biblioteca Golpe de dados. ISBN: 978-84-92759-76-7. Junto a la pieza se incluyen también las notas de trabajo del autor bajo el título «A modo de epílogo».

Sobre la pieza teatral:

H.  C. Andersen transformó por su cuenta toda la prosa nórdica. No en sus novelas ni en sus piezas dramáticas. Lo hizo en sus cuentos. Ese estilo a sacudidas, rítmico, lógicamente irracional, peligroso, extraordinariamente vivo, nacido de la lengua hablada, rompió toda la gran tradición de la prosa nórdica… Andersen fue el genial pionero que abrió el camino a una nueva prosa. Tendría muchos discípulos. August Strindberg aprendió a escribir su prosa en Hans Christian Andersen: muchas veces lo ha testimoniado y es fácil comprobarlo si se observa con atención. Él a su vez creó nuestra prosa sueca moderna. Había elegido el mejor modelo posible. 
El señor Andersen tenía dos idiomas. Uno sacado del pueblo, de su propia vida, de la lengua hablada, y de su inimitable sentido del ritmo. Ese idioma lo convirtió, para su asombro, en una celebridad mundial. Él creía que los cuentos no eran literatura de verdad. No eran arte.
El otro idioma, el del buen gusto, el elegante, era el que utilizaba en sus tozudos intentos de ser mundialmente conocido. Un idioma, sí, eso es, completamente muerto.


Sobre el autor:

Sobre Para Fedra:

Sobre De la vida de las lombrices:



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