Así comienza y fragmentos de… ¡Préstame tu voz!, de Kjell Espmark


¡Préstame tu voz!, de Kjell Espmark, lo componen una trilogía de poemarios del autor: Vía Láctea, El espacio interior y Una nube de testigos. Los dos primeros ya publicados previamente, el primero por Prames editorial y el segundo por Libros del Innombrable. La traducción, que corre a cargo del prestigioso Francisco J. Uriz, ha sido convenientemente revisada y corregida para esta nueva edición, así como consultada con el autor.

Así lo explica  el propio Kjell Espmark en el encabezamiento del volumen:


Si se piensa que cada vida humana contiene un instante donde toda la experiencia y todos los valores se condensan en un repentino conocimiento, el universo de tiempo que nos rodea resplandecería como una Vía Láctea con tales epifanías, a veces entusiásticamente luminosas, más a menudo amargamente apagadas pero siempre con un brillo de clarividencia humana. En medio de ellas hasta se podrían intuir agujeros negros, destinos tan negros e inexplicables que no consiguen emitir luz alguna. Si pudiésemos captar estos diferentes testimonios, ¿cómo sonarían? Es cosa del poeta responder a esta pregunta. Es un desafío que hace tiempo formulé en un poema: «¡Préstame tu voz!». Los instantes que pudieran recrearse de esa manera formarían una fila sin fin, una historia sin pretensiones, anotada en el margen de la Historia que se escribe con mayúscula.
Podríamos decir que un catálogo de esas características comenzó a ser elaborado hace más de dos mil años por los anónimos poetas griegos que prestaron su voz a muchos muertos en la llamada antología griega o palatina.
Yo mismo llevo muchos años camino de este poemario. Por eso me ha sido natural incorporarle media docena de poemas de mi obra anterior.

Kjell Espmark


Kjell Espmark




De Vía Láctea:

Todo lo que hay 
es un instante detenido en un jardín.
Esta espuma blanca tiene que ser un cerezo aliso en flor,
repentino como el deseo.
El mirlo da una vuelta de tuerca más a su trino.
Tu mirada no tiene fondo.
Y los árboles han levantado el vuelo
con la tierra cayendo de sus raíces,
lo han levantado como tu mirada embelesada
justo antes de apagarse.

De El espacio interior:

«Yo» no estoy nunca solo.
Se siguen desarrollando viejas batallas dentro de mí,
seducciones bajo tartamudeantes promesas
y serena agonía en el ventrículo.
A veces, claro, tienes que defenderte,
por ejemplo de este abuelo alcoholizado
con su soga de cáñamo en la mano
y su espeso susurro 
sobre un atajo cuando la vida ahoga.
Pero él es tozudo—
quiere ser un leitmotiv en lo que escribo.
De hecho todo el paisaje me reclama
ya sea la ondulante aurora boreal, ya sea el Lund helado.
No, la bóveda celeste y el pasado
no son lejanas grandezas.
El espacio lo llevo dentro.

De Una nube de testigos:

Largo tiempo estuve camino del exilio,
condenado por Augusto
a perder mi vida hora por hora.
Ya el barco se diluía día a día,
hasta que apenas rozaba las olas.
Lo único que conservaba peso era mi corazón.
Se hundió como el ancla
en esta costa negra.
Nubes viajeras quisieron borrar mi nombre,
la jerga que me rodea, silenciar mi lengua.
Pero mis Epístolas exigían ser escritas—
esos fragmentos de dolor que brillaban.




¡Préstame tu voz!, de Kjell Espmark. Traducción de Francisco J. Uriz. (Libros del Innombrable. Zaragoza: 2020). ISBN: 978-84-17231-17-0. 

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