Así comienza… Poéticas del Caos:
Por más que clamara Juan Ramón Jiménez, en los años veinte del pasado siglo, contra la desaforada proliferación de todo tipo de atrabiliarios «ismos» artísticos (aunque él fuera señero emblema del Modernismo, también revolucionaria estética en su momento), lo cierto es que las vanguardias habían llegado para quedarse. En toda Europa, ese fantasma de la desfiguración simbólica, la metáfora quebrada y el desatado irracionalismo, campaba a sus anchas. En 1925 Ortega y Gasset había sintetizado esta convulsión formal y temática en su ensayo La deshumanización del arte, donde dejaba patente que se trataba de una estética original, minoritaria, transgresora y antirrealista. Se cuestionaban así veinte siglos de mímesis aristotélica; el Arte ya no imitaría a la Naturaleza; esta no resultaría ahora fácilmente reconocible en su traslado a las diferentes disciplinas artísticas. El surrealismo, quizá la mayor de todas las vanguardias, generaría así poemarios tan definitivamente significativos como Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca o Residencia en la Tierra, de Pablo Neruda. La consolidación de esta nueva realidad estética, que ya no debía ser «comprendida», sino «vivida», se haría rápidamente efectiva en la cultura española de las dos décadas anteriores a la Guerra Civil; pero esta, que tantas cosas se llevó por delante, interrumpió también la naciente trayectoria de esa ya conseguida expresión de la ilógica creatividad, la abstracta pulsión y el rupturista desencanto. La recuperación de esa desaparecida vanguardia, porque la Historia —también la artística— no se detiene, no tardará en llegar; y los nombres de Miguel Labordeta, Eduardo Chicharro, Juan-Eduardo Cirlot, Carlos Edmundo de Ory o Joan Brossa entre tantos otros, irían jalonando un proceso de retorno, asimilación y auge de la recobrada libertad —a falta de otras— heterodoxa y experimental.
Jaime D. Parra, reconocido especialista en estas poéticas del desarraigo y la descontextualización, autor de señeros ensayos como El poeta y sus símbolos (2001) o Místicos y heterodoxos (2004), y poeta a su vez con textos como Poemas gráficos (1994) o Huellas vacías (2005), lleva años, en una trayectoria de impecable rigor académico y afinada sensibilidad crítica, analizando e inventariando los materiales literarios de toda esa imaginería surreal. Ahondando, con justificada ambición, en esta compleja temática presenta ahora Poéticas del Caos. Ensayos y antología.
Jesús Ferrer Solà
Fragmento de Poéticas del Caos:
La primera parte recoge los precedentes, «el trazado de una ruptura», sobre todo del siglo XIX. El primer capítulo trata del poema en prosa y la fragmentación de los géneros, que es también una fragmentación de la escritura en nuevas formas, más libres, liberadas ya de los barrotes de la medida y la sujeción de las estrofas e incluso de las líneas del verso. Luego vienen dos figuras cardinales de finales del XIX: Lautréamont y Jarry. Lautréamont —precedido de Novalis— es el principio del arranque porque es el más convulso de los poetas del siglo XIX, como lo demuestra el haber sido la piedra angular en la creación del Surrealismo, el movimiento poético más influyente del siglo XX. Lautréamont escribió en un relámpago y murió desconocido, sin embargo, a los veinticuatro años. Le sigue otro, también francés, en su misma línea: Alfred Jarry, el creador de la ‘patafísica, que convirtió también el teatro y el relato en poema. Y podría haber recogido alguno más, como Marcel Schwob, pero di el salto. No me detuve en el Surrealismo, porque el Surrealismo era ya Lautréamont, setenta años antes. Podría haberme detenido en Pessoa o Larrea o Michaux, que resultaban atractivos —Oda marítima, Versión celeste, Miserable milagro—, pero avancé hacia la época de posguerra: hacia el Filopostismo.
La segunda parte se centra precisamente en lo que he llamado «Filopostismo y radicalidad», es decir, en las escrituras de Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory, Juan-Eduardo Cirlot, Joan Brossa, Guillem Viladot, Fernando Arrabal, Cristóbal Serra, A. F. Molina y Antonio Beneyto. ¿Razón? Era una forma de recoger la antorcha de poetas vivos, aunque muchos hayan desaparecido. A casi todos ellos los conocí y los traté. Sobre todos ellos ya había escrito, y sobre algunos —Cirlot—incluso demasiado. Todos ellos eran convulsos, amaban el poema en prosa y los fragmentos y cierto nuevo orden que surge del caos. ¿Qué eran, si no, los escándalos de Ory y Chicharro, las provocaciones de Arrabal o Beneyto, los gestos de Cirlot o A. F. Molina, el humor y la ironía de Serra y Brossa? Reconozco que me faltaron algunos: Carlos de la Rica, Carriedo y Crespo, más cercanos al Realismo mágico, poetas rompedores todos; Corredor-Matheos, más cercano a la poética de Oriente; Pino, poderoso, inventor, sobre todo, en su poética experimental; o Labordeta, poeta lacerante, desgarrado y desgarrador. De varios de ellos ya había escrito, o no había escrito nada. Hacerlo ahora, me llevaba a un nuevo libro. No me resigné, sin embargo, a dejar fuera una serie de mujeres poetas o artistas, relacionadas con ellos, generalmente ocultadas cuando se habla de Filopostismo. Así, tenemos el encuentro con las pintoras Nanda Papiri y Laura Lachéroy, ignoradas por ser compañeras de Chicharro y Ory; también con las poetas Gloria Fuertes, Pilar Gómez Bedate y Luce Moreau, relacionadas con el Postismo o el Pánico; y otras posteriores, como Carlota Caulfield, Ester Xargay, Ana Sofía Pérez-Bustamante, Mercedes Escolano, que en algún momento rozaron el Filopostismo.
En la última parte recogí lo que he llamado «Nueva expresión al borde». Entran aquí Tugues y Cornadó, dos hijos del caos, en el más profundo sentido: uno en la palabra y otro en las sílabas y el gesto rotos, hijos de las palabras segadas con hoz y cuchilla. Entre los más jóvenes, Raúl Herrero e Iris Parra están también en la línea filopostista, y, en cierto modo, los vi crecer. Herrero, entre A. F. Molina y Arrabal; Iris, independiente, pero familiarizada con los nombres de Ory, Beneyto, Brossa, Cirlot. Los otros son una apuesta personal: Tras el Postpostismo y la Postpoesía. Curiosamente una apuesta por la poesía de mujeres, que, desde el «boom» de los ochenta, es ya una realidad insoslayable.22 Se incluye así un largo capítulo o ensayo último —paralelo a otras antologías de mujeres en curso— sobre «nuevas poetas», como Gemma Ferrón, Roser Amills, Silvia Rins, Adriana Hoyos, Pura Salceda o Alicia Silvestre; y sobre «últimas expresiones» postpostistas, posdaualsetianas o de toque radical, como Charo Mur, Alexia Sinoble, Esther Lapeña o Mònica de Dalmau, Lola Nieto, Laia López Manrique, Anna Gual, Gema Palacios, Maria Sevilla.
Todos ellos y ellas eran lo suficientemente fragmentarios o fragmentarias, caóticos o caóticas, creativos y creativas, en suma, para captarlos en sus páginas más aceradas o deslumbrantes.
Jaime D. Parra
Poéticas del Caos. (El poema en prosa y la fragmentación desde Novalis al postfilopostismo. Ensayos y antología), Jaime D. Parra, ed. Prólogo de Jesús Ferrer Solà. (ISBN: 978-84-17231-16-3). Biblioteca Golpe de dados. Libros del Innombrable (Zaragoza, 2019).
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