Así comienza… El poeta quiere que la poesía se abra al mundo, de Werner Aspenström



Así comienza el prólogo de Francisco J. Uriz


El poeta quiere que la poesía
se abra al mundo
Uno de los poemas más citados de Werner Aspenström, el poeta que presentamos, es este:

La sardina en el metro
No quiero lavarme con ese jabón.
No quiero lavarme los dientes con ese dentífrico.
No quiero dormir en ese sofá cama.
No me hace ninguna falta ese papel higiénico.
No me interesa esa póliza de seguros.
No tengo la menor intención de cambiar de marca de cigarrillos.
No tengo ganas de ver esa película.
Me niego a bajarme en Skärholmen.
La sardina quiere que la lata se abra hacia el mar.

La monótona letanía de frases anticonsumistas que lanza el yo y forma el poema se ve interrumpida por un verso inesperado, que expresa las ansias de amplios espacios de otro sujeto, el animal encerrado, y que rompe radicalmente con las líneas precedentes: «La sardina quiere que la lata se abra hacia el mar», un verso que en la década de los años 70 se convirtió casi en un dicho. Esta irrupción de algo insólito en un poema la veremos con frecuencia en esta antología.
Werner Aspenström nació en 1918, en Torrbo, un pueblecito en la región de Dalecarlia (Suecia central). Al poco de nacer muere su padre, campesino, víctima de una terrible epidemia de gripe que se conoce en Suecia como «enfermedad española», dejando a la viuda sola con tres hijos. La pérdida de su progenitor y el dolor de su madre, que acababa de enterrar a su padre y a un hijo, marcaron su infancia. Aspenström recuerda que «la primera frase con sujeto y predicado» de la que tiene memoria es: «¿Por qué no morí yo también?», que su madre repetía incesantemente. «La pregunta se dirige a Dios o al Destino, pero es el niño el que la oye». El poeta expresó la ausencia de los seres queridos con una formulación muy gráfica: «Fue como haber nacido sin pulgar, hay cosas que no se pueden agarrar bien».
Vivió su infancia en el campo, en una Suecia pobre, en una casita de madera, sin electricidad, rodeado de inmensos bosques de coníferas, inmerso en un ambiente de narraciones y creencias populares sobre las criaturas —duendes, fantasmas— que, según la tradición, habitaban allí. Para ayudar a la subsistencia de la familia trabajó en diversos oficios: pastor de vacas en verano, en el bosque, con su hermano en un camión e incluso como enterrador. 
A los dieciocho años deja el pueblo, tras seis años de escuela primaria, y estudia, de 1936 a 38, en la folkhögskola de Sigtuna, donde pronto empezó a escribir en el periódico de la escuela. 
En el verano de 1940 trabaja en la isla de Kymmendö, situada en el archipiélago de Estocolmo, en una colonia para niños con problemas y allí conoce a una joven que trabaja en la cocina. Es Signe Lund, pintora, con la que se casa en 1946, un matrimonio que durará toda la vida. La pareja pasará todos los veranos de su vida en esa isla.
En 1941 se instala definitivamente en Estocolmo, en el barrio del sur de la capital donde vivirá hasta su muerte. Termina el bachillerato y estudia en la universidad donde se licencia en 1945 en Filosofía y letras y teología comparada. El joven pueblerino se veía —así se describe en un poema de 1956— como un alce paseando por las calles de la capital. 
Fue miembro de la redacción de la revista 40-talet (La década de los 40), junto con dos notables poetas de esa generación: Karl Vennberg y Erik Lindegren
En la década de 1950 y a raíz de la guerra de Corea participó junto con Artur Lundkvist, Karl Vennberg y otros escritores en el libro Tredje ståndpunkt (Tercera posición) lo que constituyó, entonces en Suecia, un audaz rechazo de las posiciones de las dos superpotencias de la guerra fría. Ni EE UU, ni URSS, lo que les valió la descalificación y los ataques de la prensa «por comunistas». 
Aspenström no solía intervenir en los debates políticos porque consideraba que el que lo hace tiene que ser consecuente con sus opiniones lo que debería implicar un cambio en el estilo de vida, cosa que muy pocos están dispuestos a hacer. Distinguía entre predicar y dar trigo y obraba en consecuencia.
En 1981 fue elegido, contra su voluntad, miembro de la Academia sueca y aprovechó la débil protesta de la institución ante la fatua lanzada por Irán contra Salman Rushdie en 1989 para apartarse discretamente de la institución, así como de la Asociación de escritores y el PEN club. 
Además de los 18 poemarios Aspenström escribió cuentos y ensayos. Su libro Bäcken (El arroyo) es una autobiografía de los años de infancia y juventud.
También es un prolífico autor dramático. Sus más de 40 piezas se han publicado en cinco volúmenes.
Traductor de poetas rusos —Mayakovski y Brodski— y húngaros —Weroës—. 
Fue nombrado doctor honoris causa en 1976 por la Universidad de Estocolmo y a lo largo de su vida obtuvo casi todos los premios de poesía importantes del país.
Murió el 26 de enero de 1997.
***
Al antologizar la obra poética de Aspenström, que se extiende a lo largo de medio siglo y unas 800 páginas de poemas, lo que más sorprende es su unidad y continuidad, así como la dificultad de encajar al poeta en una generación o tendencia. Siempre lo encontramos independiente de los grupos y modas que se fueron sucediendo en sus años activos.
Por la fecha de su debut, 1943, y por edad, pertenece a la «generación de los 40», 40-talet en sueco, caracterizada por su negra visión del mundo y de la vida, lo que no era muy extraño en aquella época del nazismo y la II Guerra Mundial. En el vocabulario de los «cuarentistas» proliferaban palabras como: angustia, impotencia, pesimismo, protesta, alienación. La poesía de Aspenström, donde las palabra más corrientes son melancolía, incertidumbre y contradicción, no encaja en la visión tan pesimista de su generación. 
Francisco J. Uriz

El primer poema del volumen:


El grito
El grito flota en círculos sobre el agua
y los pilares del puente tiemblan como en la riada de primavera.
En la torre el campanero ve oscilar el péndulo inmóvil 
y en los candelabros del altar parpadea la luz de las velas.
La mujer se incorpora en la cama y escucha
pero el ávido amante la retiene en su sitio.
El aire llena silbante las banderas,
las prohibidas y las permitidas.
Las pilas de oro del agente de bolsa se desplazan sin caer.
Las pilas de cobre del repartidor de cerveza se desplazan y caen.
Todos intuyen con repentino horror que algo ha pasado,
que los círculos del agua tienen un centro,
que los gritos salen de una boca que grita.
Pero el agente de bolsa limpia su pila de oro,
las banderas cuelgan marchitas, las prohibidas y las permitidas,
y la mujer se acomoda en la cama.
COLOSAL ES EL EQUILIBRIO DEL MUNDO PARA LOS VACILANTES.
COLOSAL ES LA SEGURIDAD DE LAS VIEJAS COLUMNAS.
Grita hombre tu angustia en la noche.
Grita lobo que cazas en el campo de nieve.
Grita rata en tu guarida en la hierba.

Werner Aspenström
Traducción de Francisco J. Uriz

El poeta quiere que la poesía se abra al mundo, de Werner Aspenström. Traducción, selección y prólogo de Francisco J. Uriz. (Libros del Innombrable, 2019). Bilbioteca Golpe de dados. ISBN: 978-84-17231-10-1.


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