Así comienza… En el vientre de la ballena. Textos alquímicos, de Federico González







Introducción de Carlos Alcolea

(Fragmento)


La historia de Jonás (de lectura más que recomendable) sintetiza extraordinariamente el proceso de la iniciación en los Misterios. El protagonista de la narración acepta ser arrojado al mar por sus errores donde será tragado por un pez gigante en cuyo interior permanece tres días con sus noches. Cumplido el período establecido, Jonás renace para comenzar una nueva vida.

El vientre de la ballena en el que se gesta la «creatura» se equipara al horno del alquimista donde se opera la transmutación del plomo en oro. El fuego de la pasión por la verdad y el amor hacia ella actúa de tal modo que el pensamiento se sutiliza y la tontera desaparece, las concepciones vulgares caen hacia lo bajo por su propio peso y el alma se libera de adherencias.

De manera semejante al embrión físico, el iniciado (alquimista) necesita de lo luminoso, es decir, de la claridad que se irá imponiendo gradualmente mediante el estudio atento y concentrado de la doctrina esotérica (Ciencia Sagrada) cuya asimilación se fortalecerá por la reiteración ritual sucesiva, base fundamental en el proceso. O dicho en dos palabras: Ora et Labora, un latinajo frecuente entre el gremio de operativos químicos que sintetiza el método a seguir en la realización de la Gran Obra.

Teniendo presente lo expuesto, el autor del libro, cuyas experiencias e intuiciones en el camino del Conocimiento están vertidas en estos poemas, sigue las vías trazadas por el mensajero secreto del demiurgo del mundo (patrón de los alquimistas), celebrando los ritos (sacrificios, de sacrum facere, hacer sagrado), que mantienen operativo el proceso de gestación del hombre nuevo. El mismo que reproduce la Masonería con sus ritos, mitos y símbolos, efectivos en tanto que sus integrantes los comprenden, cada quien de acuerdo a las luces recibidas. Federico González reconoció en esta orden iniciática un vehículo extraordinario en el procedimiento de coagulación de la enseñanza intelectual-espiritual, un aliado excepcional hasta un punto en el que ciertas señales inequívocas evidenciaron que había dejado de ser un soporte ritual propicio. De entre los restos que sirvieron como abono, la simiente de la tradición volvió a brotar arraigando con fuerza una nueva entidad conocida como la Colegiata Marsilio Ficino, concebida bajo los auspicios del dios del vino y el teatro, y consagrada a ensayar y representar ritualmente obras, como fue el caso de En el Útero del Cosmos, adaptación de esta joya editorial que Libros del Innombrable tiene a bien publicar ahora. […]




En el vientre de la ballena, tres primeros textos


I

Oyendo una audición casual por la radio esta mañana me he preguntado una vez más por mi identidad. Tarea bastante fatigosa, supongo, si no se encontraran siempre novedades. Novedades soy, me digo con un poco de sorna, mientras siento la inutilidad de todo esfuerzo, pensando que cualquier acción está contaminada. Me paraliza la idea de tener que escribir unas líneas siempre fútiles en vano. ¿Qué soy? ¿Qué he sido? ¿Qué validez tiene este tono personal? Esa nada asumida, ¿qué significa? ¿En qué módulo ha de ser atrapada? ¿Cómo habrá de ser medida? ¿Cómo no advertir honestamente la aniquilación total? ¿Cómo no comprender los signos misteriosos, graduales, insistentes? ¿Cómo no conocer que esos signos son la vida de uno, que uno es sólo un símbolo? ¿A quién poder hacer entender que nada ha cambiado pese a la transmutación? Que las cosas siguen siendo ellas y la vida transcurriendo. Creyendo el hombre ordinario ser lo que imagina, ¿cómo ha de interesarse en lo que le parece menos?




II

Como el hombre murciélago observando la ciudad; el vampiro de los suyos recortado en la noche urbana. Meditabundo desde este altísimo edificio contemplo una vez más la estructura ciudadana, absorbo los trabajos y las fatigas de los hombres, manejo las tensiones y abstraigo sus humores; me deleito lamiendo sus estúpidos sudores y lanzo una carcajada a los cuatro vientos de mis dominios mientras la luna se desgarra y llora conmigo.



III

Ahora que estoy disfrazado de mí mismo mejor que nunca ensayaré un brindis frente al espejo. Beberé con el hombre lobo, con un monstruo que se ha escapado de la proporción. Con un ser de piedra, con una cáscara vacía caracterizada por el crecimiento espontáneo de uñas y pelos. Algo digno de ser observado con atención venciendo los innumerables prejuicios y tratando de dominar al miedo. Una lenta y horrible transformación, un fundirse de todas las formas; algo mucho más estremecedor que cualquier espanto conocido. Y luego aire y un alivio imprescindible. Y luz, sólo luz, invisible, sin espejo.


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