El simbolismo precolombino, de Federico González







COLECCIÓN THOT
EL SIMBOLISMO PRECOLOMBINO,
de Federico GONZÁLEZ

Cosmovisión de las Culturas Arcaicas
Redescubrir América

Una obra sintética y fundamental que tanto trata de lo precolombino, su cosmogonía y teogonía, como constituye una introducción a la Simbología. Federico González nos brinda la posibilidad de comprender en esencia a las antiguas culturas americanas, así como a las «primitivas», arcaicas y tradicionales en general. La sacralidad simbólica de la naturaleza (piedras, árboles, animales, astros), los mitos, la arquitectura del templo y la ciudad, los calendarios, la agricultura, el maíz (como en otros lugares el trigo), las artesanías, los juegos y el arte de la guerra, la música y los cantos, las pinturas, el tatuaje y las danzas, sacrificios y festividades, conforman para el hombre tradicional –en particular aquí el americano– su experiencia cotidiana de lo sagrado, su conocimiento de la cosmogonía que se le revela mediante los símbolos, los mitos y los ritos, y a la cual él conoce y recrea por su intermedio, por mucho que puedan sorprendernos las extraordinarias formas de una cultura que, como toda aquella que está viva, reconoce a la deidad –y a la vida– como un perpetuo asombro. Pues es lo sagrado lo que conforma su propia expresión –la del mundo y la de nosotros mismos– y no al contrario según la programación que nos ha sido impuesta. «La idea que manifiesta y a la vez oculta el símbolo es lo que a la Simbología le interesa. Por lo que el simbólogo aspira no sólo a la comprensión histórica o meramente intelectual de aquél, sino a su conocimiento metafísico, a su aprehensión supra-intelectual –obtenida mediante su concurso–, a la identificación o encarnación de lo que el símbolo o mito revela; tal cual hacían los integrantes de los pueblos que los diseñaron con ese propósito».

ISBN: 978-84-92759-82-8

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Comentarios

  1. "Esta ‘casa’ o templo –esta caja teatral con sus per­sonajes y escenografías, este escenario o tablado–, este espacio sagrado que es el cosmos, tiene una forma, una estructura que las construcciones de los hombres imitan; su base es cuadrangular y se lo visualiza o bien como pirámide de lados triangulares y escalo­nada cuando se quiere destacar la presencia de varios grados o planos de realidad en él –9 ó 13 cielos–, o bien como un sencillo cono, tal el caso de las tiendas nómades indígenas, o simple­mente como cubos, así las casas cultuales de numerosas tribus, las cuales en los mitos y códices mayas se hallan rodeadas de iguanas gigantescas.62 Se debe enfatizar que para los precolombinos el espacio no es sólo algo estático, dividido en cuatro puntos car­dinales fijos y ausentes, sino que está tan vivo como el tiempo, re­creándose constantemente y constituyendo un elemento activo y permanente de la manifestación; los espíritus que lo conforman ac­túan a perpetuidad como energías implicadas en el proceso ge­ne­rativo, donde se conjugan con las deidades del tiempo y sus ci­fras numéricas y los númenes del movimiento, divinidades pasaje­ras siempre presentes. Asimismo el sol no es algo fijo, sino que expresa distintos tipos de energía cuando nace (oriente), cuan­do está en su apogeo (sur-mediodía) o cuando se pone (occi­dente).63 Esta dinámica de reflejos o energías múltiples cons­truye y destruye el cos­mos perennemente y también lo equilibra, para conservarlo, consti­tuyendo la dialéctica, la ley del ritmo uni­versal que en las coorde­nadas de tiempo, espacio y movimiento se ase­meja a una caja de espejos, o de sueños. Ometéotl, Dios uno y dual como el andró­gino primordial platónico, el herma­frodita al­químico, la esfera ideal pitagórica, o las dos mitades del huevo del mundo egipcio e hindú, permanece impasible mientras se alternan estas dos ener­gías, emanadas sin embargo de su cuerpo increado que no se in­muta ni transforma". Cap. X: "Cosmogonía y Teogonía".

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